En lo que respecta a la música reconozco que soy algo maniático. Me gusta tener mi biblioteca de iTunes ordenada y pulcra, con los títulos de las canciones perfectos, carátulas y demás. Incluso mis 2.000 álbumes tienen todas sus canciones puntuadas con estrellas (algo que me llevó algunos añitos completar).
Cuando apareció Spotify lo probé una temporada, pero me costaba despegarme del modelo clásico de iTunes. Eso de no poseer la música era dificil de asumir viniendo de una cultura del coleccionismo de objetos como eran los vinilos y cd. Pero le descubrí una utilidad, la posibilidad de obtener recomendaciones y escuchar cosas que, de otro modo, sería dificil. No me refiero a las novedades, para las que hay otros medios, sinó a música dificil de encontrar en otros sitios.
Luego descubrí Rdio y me pareció la combinación perfecta del modelo coleccionista y la utilidad de descubrimiento. Ya he hablado de Rdio en muchas ocasiones, así que no me voy a extender (por ahora).
Hace unas semanas Spotify anunció un nuevo diseño con una sección llamada Mi Música, donde por fin ibamos a poder ir guardando álbumes del mismo modo que la Colección de Rdio. Visto que el catálogo de Spotify era algo más extenso, ciertamente hay cosas que no se encuentran en Rdio tan facilmente (por ejemplo Led Zeppelin), me decidí a probarlo y suscribirme a Spotify.
Todo iba de maravilla, por fin iba a poder tener toda mi colección de discos (unos 2.000) online, pensaba mientras añadía álbumes a Mi Música en Spotify. Pero de repente dejó de funcionar. Ya no podía añadir más. Me pareció raro, así que acudí a los foros. Y, oh sorpresa, aunque Spotify no lo anuncia, hay un límite de 10.000 canciones que puedes añadir a tu colección. O sea, unos 1.000 álbumes redondeando. Me sentí engañado.
De modo que volví a Rdio. Es la última vez que Spotify me engaña. Sobre todo porque después de reflexionar un rato me he dado cuenta de que nunca debí hacer el cambio. Porque Rdio es mucho mejor que Spotify. Para decirlo con un símil: Rdio es para los melómanos, Spotify para todos los demás.
Y he armado nueve razones por las que creo que Rdio es mejor que Spotify, por si a alguien le sirven para decidirse:
- Puedes añadir a tu colección todos los álbumes que quieras. En Spotify hay un límite oculto de 10.000 canciones (incluso si eres suscriptor de pago).
- La interfaz es mucho más fácil de usar, tiene un diseño mejor, e implementa funciones de arrastrar y soltar. En realidad la nueva versión iOS de Spotify es una mala copia de Rdio, que siempre ha ido tres pasos por delante.
- En Rdio puedes escribir reseñas (y leer las que dejan otros usuarios) en los álbumes que te gustan o que quieras comentar. A mi me resultan muy útiles a la hora de descubrir cosas nuevas.
- Siempre ves si un álbum está en la colección de alguno de tus amigos o de los contactos que sigues, lo cual también ayuda.
- La sección de Recomendaciones se basa en las cosas que escuchas, y no como Spotify que mezcla churras con merinas en un batiburrillo sin sentido.
- Si quieres ver que es lo que escuchan tus contactos hay otra sección llamada Los más escuchados que agrega los álbumes que más han reproducido aquellos a los que sigues.
- Rdio te avisa por mail cada vez que se añade o se publica un nuevo álbum de un artista que tengas en tu colección (lo hacen incluso aunque no seas usuario de pago). Vale que Spotify también hace esto desde hace poco. Pero es que en Rdio hay una sección específica donde puedes ver el feed de todas estas notificaciones.
- Las emisoras de radio permiten ajustar, al igual que hace iTunes Radio, si quieres que se limite solo a temas que tengas en tu colección, o que incluya otros a modo de descubrimiento. Hay 5 niveles que van de En la colección a Audaz. En Spotify no existe esto, no tienes tanto control sobre lo que quieres oir o como quieres usar las emisoras.
- Rdio es el único sitio donde puedes seguir a Daenerys Targaryen, Arya Stark, Jon Snow o Tyrion Lannister, entre otros.
Por supuesto, la única ventaja que tiene Spotify hoy por hoy es que puedes escuchar música gratis con publicidad. Pero ya sabemos que lo gratis, normalmente, sale caro.